STEPHEN KING – ficcionista

Ariel Gómez Ponce

Stephen King, escritor estadounidense nacido en 1947 (Portland, Maine), es uno de los representantes ineludibles del horror en la actualidad, género en el que se posiciona como el autor con mayores ventas a nivel mundial y por el cual ha sido galardonado con decenas de premios (tales como los Bram Stoker Awards, los World Fantasy Award y los Edward Awards, entre muchos) (Ruiza, Fernández, y Tamaro, 2004). Su vasta producción artística comprende casi dos centenares de obras, incluyendo novelas, cuentos breves, antologías y ensayos críticos, además de un sinnúmero de adaptaciones cinematográficas y televisivas, en las cuales King ha participado como guionista, director e incluso intérprete de pequeños roles. A lo largo de sus casi cincuenta años de producción artística, este autor ha elaborado un inmenso universo ficcional profundamente interconectado a través de guiños intertextuales, espacios recurrentes y personajes iterativos, ello a la par de otros mundos narrativos que se desprenden de los cuantiosos seudónimos con los cuales ha publicado encubiertamente (Richard Bachman es, tal vez, el más reconocido, alias bajo el que ha escrito más de cincuenta textos).

Stephen King es, también, un referente en la esfera pública, gracias a su participación en eventos y convenciones internacionales, a su labor de años como columnista en la Entertainment Weekly, y a su profusa participación académica como conferencista y docente de seminarios y cursos de literatura creativa y literatura sobrenatural. Asimismo, su figura despierta innumerables referencias en la cultura popular, consecuencia de la circulación masiva que sus historias han logrado a través del cine y la televisión. Sus textos literarios, cuyos derechos de adaptación se cotizan en millones de dólares, han sido llevados a la pantalla grande de la mano de reconocidos directores como John Carpenter o Stanley Kubrick, e incluso como episodios emblemáticos de seriados antológicos como The Twilight Zone (CBA, 1985-1989) o Tales from the Darkside (CBS, 1984). En tiempos actuales, su obra ha ganado mayor relevancia mediática a través del consumo global que movilizan las series televisivas, lenguaje audiovisual que ha dado lugar a exitosos productos inspirados en sus novelas, tales como The Mist (Spike TV, 2017), 11.22.63 (Hulu, 2016) o Under the Dome (CBS, 2013-2015, serie que incluso cuenta con episodios escritos por el propio King).

Aunque su biografía es una historia de necesidad y dificultades (el abandono por parte de su padre a los dos años de edad, el sacrificio de una madre abocada a sostener la familia, su niñez marcada por una salud endeble, su juventud repleta de carencias económicas, y los problemas con el alcoholismo que el autor enfrentará durante su adultez), Stephen King logró licenciarse en lengua y literatura inglesa en 1976 (University of Maine) y, poco después, alcanzar tempranamente el éxito gracias a su primera novela publicada: Carrie (1974), historia a partir de la cual se introducirá, de manera intempestiva, en el mercado literario y cuya edición de bolsillo ha logrado venderse por millones. El relato de la joven telequinética atormentada por su madre y humillada por sus compañeros, junto con su consecuente adaptación cinematográfica bajo la dirección de Brian De Palma (1976), inaugurarán un extenso y sistemático catálogo de producciones artísticas que, oscilando entre la literatura y el cine y la TV, serán un cimiento fundamental para una nueva parcela de géneros reconocida como horror o terror posmoderno (PÉREZ OCHANDO, 2017). En tal sentido, aunque vapuleados por la crítica a causa de su masividad y su sesgo comercial, los best-sellers de Stephen King contienen claves de interés para problematizar el modo en que la enciclopedia del horror se desarrolla en nuestra contemporaneidad.

Entender esta idea, como también su relevancia en la cultura popular reciente, conlleva comprender la formación literaria del autor y las tradiciones de las cuales se nutre para elaborar su estética tan característica. Stephen King reconocerá abiertamente su deuda con escritores de la talla de Shirley Jackson, Agatha Christie, Edgar Allan Poe, Henry James o H.P. Lovecraft, aunque en numerosas ocasiones ha afirmado que, desde su perspectiva, tres novelas del gótico devienen ineludibles en la historia del horror. Se trata de Frankenstein (1823) de Mary Shelley, Drácula (1897) de Bram Stoker, y Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde (1886) de Robert Louis Stevenson, obras cuya capacidad de reescritura en nuevos contextos da cuenta, según nos advierte King (2011[1981]), de su potencial como compendios de grandes mitemas del género horror, en tanto tres operaciones diferentes que les dan forma a temores innombrables de lo humano. Basta solo observar la profusión de monstruos contenidos en su obra para entender cómo esta matriz gótica es eficaz para traducir aquello que el escritor define como el arquetipo de la “Cosa-Sin-Nombre”: los vampiros de su segunda novela publicada (Salem’s Lot, 1975), los hombres-lobos de la antología de relatos organizados bajo la lógica del calendario (Cycle of the Werewolf, 1983) o los zombis (cuyas figuras aparecen en las más variadas expresiones, desde aquellas cercanas al cine de George Romeo hasta las mascotas revinientes de Pet Samatary, 1983) ponen de manifiesto que, en Stephen King, la monstruosidad es una forma alegórica por excelencia.

En consonancia con ello, este autor muestra una insistente preocupación por las formas de la discriminación, motivo recurrente en aquellos relatos en los cuales la monstruosidad le permite explorar el sufrimiento y la exclusión de diferentes alteridades. La protagonista de Carrie (1974) es quizá el ejemplo más paradigmático de esta lectura social, pero también lo son aquellas historias en las que se aboca a la figura del escritor atormentado e incomprendido (como en The Shinning, 1977), a los niños marginados (It, 1986) o a los personajes que vivencian su tercera edad, desplazados hacia las periferias sociales (The Green Mile, 1996). La diferencia racial guarda, asimismo, una importancia capital en su obra, no solo en la profusión de personajes afroamericanos, sino además en la inclusión constante de los pueblos originarios de los Estados Unidos y en lo que supone un intento por reinvindicar una historia de masacre y flagelo a la comunidad: en tal sentido, The Shinning (1977) y Pet Samatary (1983), con sus maldiciones indias y sus venganzas que se gestan desde el más allá, dan clara cuenta de ello. En esta fuerte crítica social y en esta inclinación por desmontar estereotipos, Stephen King parece recuperar los sentidos de una de sus novelas cabecera, Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde, puesto que sus obras deslizan una fuerte dicotomía entre ese mal que proviene del exterior en tanto fuerza ajena a lo humano, y aquel que resulta de un acto de conciencia y del libre albedrío de ese sujeto desplazado que no ha logrado redimirse y, por ello, dirige su ira sobrenatural hacia la humanidad.

No obstante, la obra del escritor se debe también a las narraciones masivas del siglo XX y, por ello, King recuerda el impacto que le produjo durante su niñez la adaptación radial de Mars is Heaven (1948) de Ray Bradbury, la versión televisiva de Pit and the Pendulum (ABC, 1961) y aquellas historias propias de la maquinaria cinematográfica, como sucede con Creature from the Black Lagoon (Arnold, 1954) (filme este último que, además, influirá fuertemente la estética de otro emblema posmoderno como lo es Steven Spielberg). Por aquellos años en los que ese fértil Hollywood alcanzara su máximo esplendor, el autor también comenzará a explorar su interés por la escritura a la temprana edad de siete (BOSI, 2016), periodo cuando se gestan un sinnúmero de relatos que aún permanecen inéditos, pero cuyas ideas, aunque apenas bocetadas, serán pivotes para ese género propio que King acuñará años más tarde, definiéndolo como un “horror gótico sobrenatural”. Interesa, especialmente, la última dimensión señalada en este género, en tantos sus relatos abundan en elementos sobrenaturales, pero los cuales muestran una preferencia por explorar el lado oscuro de la psiquis humana y por escenificar las posesiones demoníacas, también lugares comunes en los filmes hollywoodenses de mediados de siglo pasado.

Es así que diferentes motivos provenientes tanto de la literatura como de los medios masivos darán lugar a este encuadre genérico cuyos sentidos Stephen King se ha ocupado de delimitar en Danse Macabre (1981): extenso ensayo en donde desplegará su concepción estética y en lo que supone, también, uno de sus textos más autobiográficos. En sus propias palabras, los relatos de este género elaborarán tres niveles que, asimismo, guardan interés para reflexionar sobre la propia estética del autor:

el terror en la cima, el horror más abajo, y por debajo de todo, el reflejo de las náuseas de la repulsión. Mi propia ideología como escritor de ficción de horror es la de reconocer estas distinciones porque a veces son muy útiles, pero también evitar cualquier favoritismo de uno sobre otro en las áreas en las que un efecto es de alguna manera mejor que otro (…) por eso, trato de aterrorizar al lector. Pero si descubro que no puedo hacerlo, trataré de horrorizarlo; y si me doy cuenta de que no puedo, voy por el asco (2011[1981], p. 21).

El último de ellos es aquel que se dedica a mostrar lo grotesco y lo asqueroso en vistas de movilizar al lector o espectador. Si bien King explica este nivel a la luz de las escenas de vómitos y crucifijos clavados en la protagonista de The Exorcist (Friedkin, 1973), o bien de los nacimientos de los extraterrestres a partir del estallido de los tórax humanos en Alien (Scott, 1979), su vasta obra ilustra cabalmente esta inclinación presente en la superficie narrativa de toda historia de horror. En tal sentido, tanto las plantas parasitarias que invaden el cuerpo del protagonista en su relato “The Lonesome Death of Jordy Verrill” (parte de la antología Creepshow, 1982) como el nauseabundo gato que regresa de la muerte en Pet Sematary (1983) son claros ejemplos del modo en que puede generarse un primer efecto de sentido por las vías de la repulsión e incluso de la abyección.

En un nivel más elevado, Stephen King observará la presencia del horror, como una suerte de hilo narrativo que se organiza de manera intermitente entre los impactos que origina el asco. También el horror trata con un efecto de sentido, pero su objetivo emocional es otro, dado que pretende que los lectores vivencien aquella sensación que coloquialmente reconocemos como “piel de gallina”. Y lo logra mediante la elaboración casi artesanal de un sentimiento de ansiedad constante que se construye introduciendo paulatinamente aquellos grandes miedos que calan profundo en las subjetividades. Por ello, la obra de King explora horrores intensos como las fobias, desde aquellas recurrentes en el imaginario social (como la claustrofobia o la aracnofobia), hasta las más irracionales, como es el caso de la cinofobia (el miedo a los perros de Cujo, 1981) o la coulrofobia (el pánico exacerbado hacia los payasos, lógica visible en los niños atormentados por esa monstruosidad que se alimenta del miedo en It, 1986). De allí que Stephen King nos advierta que “el trabajo del horror es realmente una danza: una rítmica búsqueda en movimiento. Y lo que busca es el lugar donde vos, lector o espectador, alcanzás tu nivel más primitivo” (2011[1981], p. 4) (Todas las traducciones del inglés son nuestras).

Finalmente, existe un último nivel que resulta de la suma de todos los anteriores: el terror. La metáfora de la danza responde, en este sentido, a la labor coreográfica de escritores y cineastas para unir los pequeños efectos del horror, dando lugar a un intenso clima terrorífico. Como se comprenderá, se trata de una concepción muy personal del terror, puesto que Stephen King lo asume como una sensación de inestabilidad constante en sus personajes, cercana al efecto de extrañamiento propio del fantástico. De allí la insistencia del autor por escenificar “terrores mundanos”, desplegando así sus historias en pequeños poblados de los Estados Unidos, normalmente alejados de las grandes urbes y en condiciones casi rurales cuya tranquilidad de golpe se ve alterada por la irrupción de lo inverosímil. Ello trata no solo con un anclaje espacial que le permite a la gran audiencia identificarse, sino también con una fuerte influencia en Stephen King de la mitología del Lejano Oeste, apropiación que ha impulsado a Martin Simonson y Raúl Montero Gilete (2017) a definir sus cuentos y novelas en términos de un “western fantástico”.

También los suburbios serán relevantes en su obra, en tanto King se ocupa de ficcionalizar múltiples formas a través de las cuales esa vida aparentemente apacible de los barrios aledaños a la ciudad esconde múltiples y perversos horrores en el seno de su cotidianeidad. No en vano Gary Hoppestand y Ray B. Browne (1987) afirman que este escritor es un maestro de la “pesadilla americana”, pues sus historias vienen a atentar contra el mismo Sueño Americano, ese imaginario rector de la comunidad estadounidense en donde emergen los primeros síntomas de las convulsiones históricas del país norteamericano. Para King, el horror como género artístico siempre dará cuenta de estos momentos de grandes crisis sociales, económicas y políticas, aflorando en periodos como la posguerra: lapso temporal cuando los terrores nucleares y armamentísticos vendrán a colaborar, casualmente, con el auge de esos relatos en donde abundan las epidemias masivas y los escenarios del fin del mundo, como sucede en las ficciones pos-apocalípticas de The Stand (1978) o The Mist (1983) de este escritor. Si antes de la Guerra Fría Stephen King observa un marcado declive del horror (acaso opacado por la comedia hollywoodense y por la recurrencia a esos monstruos amigables de las animaciones infantiles de Disney) es porque, desde su perspectiva, Estados Unidos vivenciaba un tiempo de relativa estabilidad. Pero, llegado el periodo de posguerra, la sociedad reclama nuevas formas estéticas que permitan traducir la complejidad de los nuevos terrores que se avecinan. Es este el sentido que King (2011[1981]) le adjudica a su género favorito y predilecto, cuya labor artística no pretende exorcizar los terrores colectivos sino, más bien, ejercitarlos y otorgarles inteligibilidad para que la comunidad domestique sus ansiedades más acuciantes.

De allí que, en detrimento de la opinión de la crítica, dedicada a juzgar la obra de Stephen King por su carácter comercial, la reflexión acerca del asco/horror/terror pone de manifiesto un marcado interés del autor por refractar complejas condiciones psicológicas, históricas y culturales a través de sus ficciones. En su vasto trabajo con los miedos individuales y colectivos, King (2004) logra instaurar un interrogante acerca del “horror gótico sobrenatural” como forma artística privilegiada, afirmando que su efecto es depredador puesto que devora lo estético y alcanza no solo aquellos niveles profundos del inconsciente (una “presión fóbica” que nos conecta con nuestros sentidos más atávicos, según sus propios términos), sino también atentas lecturas de lo social que nos conectan con los temores compartidos con el otro. Es este, finalmente, el beneficio que guarda la tan vapuleada masividad de sus obras ya que, en sus propias palabras, “el campo del horror ha tenido posibilidades de mejorar cualquier miedo personal en los últimos treinta años (…) [porque] aquellos libros y filmes que han sido los más exitosos, casi siempre parecen ocuparse de expresar los miedos que existen para un amplio espectro de personas” (2011[1981], p. 5).

REFERÊNCIAS

BOSI, Ariel. Todo sobre Stephen King. Barcelona: Penguin Random House, 2016.
HOPPENSTAND, Gary; BROWNE, Ray B (Eds). The Horror of It All: Stephen King and the Landscape of the American Nightmare. The Gothic World of Stephen King. Landscape of Nightmares. Ohio: Bowling Green State University Press, p. 1-19, 1987.
KING, Stephen. Mientras escribo. Buenos Aires: DeBolsillo, 2004.
KING, Stephen. Danse Macabre. New York: Gallery Book, 2011[1981].
KING, Stephen. Disfruto asustando a la gente. Entrevista. In: Revista Ñ, 2016. Disponível em: https://www.clarin.com/literatura/stephen_king-disfruto_asustando_a_la_gente_0_HJHevA_DQg.html. Acesso em 29 jul. 2019.

BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTAR

JAMESON, Fredric. Signaturas de lo visible. Buenos Aires: Prometo, 2007[1991].
KING, Tabitha. The Author. In: Stephen King The official Web site, 2010. Dispoível em: https://stephenking.com/the_author.html. Acesso em 31 mar. 2020.
PÉREZ OCHANDO, Luis. Noche sobre América: cine de terror después del 11-S. Valencia: Universitat de València, 2017.
RUIZA, M.; FERNÁNDEZ, T. y TAMARO, E. Biografia de Stephen King. In: Biografias y vidas. La enciclopedia biográfica en línea, 2004. Disponível em: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/k/king_stephen.htm. Acesso em 31 mar. 2020.
SIMONSON, Martin; MONTERO GILETE, Raúl. El western fantástico de Stephen King. Hibridación y desencantamiento de la tradición literaria europea en El pistolero. New York: Peter Lang AG, 2017.