CIENCIA FICCIÓN ITALIANA

Raul Cianella

Las últimas décadas han conocido un incremento del interés por la ciencia ficción (en adelante cf) por parte de la academia italiana, gracias a su mayor abertura a campos interdisciplinarios como los estudios culturales y, contemporáneamente, a un mayor interés internacional por recopilar la historia y la crítica del género en diferentes países. En 2015, la revista Science Fiction Studies dedica un número a la cf italiana, editado por Salvatore Proietti, Umberto Rossi y Arielle Saiber, mientras que Giulia Iannuzzi y Carlo Pagetti realizan y siguen actualizando la entrada “Italy” en la Science Fiction Encyclopedia de John Clute y David Langford.

Al trazar las líneas genealógicas del género en Italia, Giulia Iannuzzi y Carlo Pagetti (2022) sugieren partir de las maravillosas exploraciones de Marco Polo en el Milione (1298) o de Dante en la Divina Comedia (1321) continuando con el viaje fantástico a la luna de Astolfo en el Orlando Furioso (1516-1532) de Ludovico Ariosto. Otros especialistas no académicos (véase Riccardo Valla, 2008; Carmine Treanni, 2018) han preferido empezar con las utopías renacentistas, tanto aquellas inspiradas en el modelo humanista, por ejemplo, Il mondo savio e pazzo (1552) de Anton Francesco Doni; La città felice (1553) de Francesco Patrizi da Cherso, Il Principe di Gio (1561) de Giovanni Battista Pigna o L’isola di Narsida (1572) de Matteo Buonamico. Como las posteriores basadas en los dictámenes de la contrarreforma. La repubblica immaginaria de Ludovico Agostini (1585); los Dialoghi (1625) de Lodovico Zuccolo, que incluyen Il Porto o vero della Republica d’Evandria e Il Belluzi o vero la republica della città felice; La repubblica regia di Fabio Albergati (1627); e La repubblica delle api di Giovanni Bonifacio (1627). Entre estas dos tendencias se sitúa La città del sole (1602) de Tommaso Campanella, una de las utopías más influyentes para las generaciones venideras.

A lo largo del siglo XVIII, el tema del viaje fantástico, la búsqueda de tierras legendarias y el empuje utópico van asumiendo ya las características satíricas y alegóricas del conte philosophique y de los viajes swiftianos, como en la Storia del reame degli orsi (¿mediados de siglo XVIII?) de Gasparo Gozzi, quizás un primer ejemplo de fantasaggistica (ensayo ciencia ficcional). Muy popular en esta época fue la obra Viaggi di Enrico Wanton ai regni delle scimmie e dei cinocefali (1749) por Zaccaria Seriman que gozó de muchas ediciones posteriores y originó la secuela Viaggio e sposalizio di Federico nipote di Enrico Wanton alle terre incognite australi ed ai regni delle scimmie e alla provincia dei filosofi (1799) escrito por el abate Scipione Bonifacio. Otros “viajes” populares incluyen L’uomo dell’altro mondo (1760) de Pietro Chiari y Les aventures d’Amélie (1771), escrito originalmente en francés por Giuseppina di Lorena Carignano y que trata sobre una princesa que logra librarse de su destino de concubina del Rey de Persia y, tras naufragar en una isla junto con otras mujeres, decide liberarse de todos los hombres y formar una nueva sociedad matriarcal libre e igualitaria. También en francés fue concebido el Icosameron, monumental obra en cinco volúmenes escrita por Giacomo Casanova y publicada en Praga en 1788. Narra las aventuras de los jóvenes hermanos ingleses Eduard y Elisabeth al interior de la Tierra habitada por el pueblo de los Megamicri. Por sus características satíricas y críticas, muchas de estas narraciones utópicas se publican anónimamente, como el Viaggio al centro della terra (1800) una obra influenciada tanto en Enrico Wanton como en el Icosameron (Schram Pighi, 2000). A pesar del conflicto cultural entre románticos y clasicistas que caracterizan el comienzo del siglo XIX, el recurso a una narración no mimética sigue siendo muy presente como dispositivo para hacer crítica social o una reflexión sobre la condición humana. Un ejemplo es Il viaggio di un abitante della luna sul globo terrestre (1818) del revolucionario Federico Confalonieri, quizás un primer ejemplo de visita alienígena; o algunas de las Operette Morali (1824-1832) de Giacomo Leopardi como “La scommessa di Prometeo”, el “Dialogo di Federico Ruysch e delle sue mummie” o “Proposta di premi fatta dall’accademia dei sillografi”, en la que la academia epónima ofrece premios a quienes logran inventar tres autómatas capaces de sustituir el ser humano en algunas de sus funciones fundamentales. Durante la primera mitad del siglo tenemos también un primer ejemplo de viaje interplanetario, Viaggio nell’universo, visione del tempo e dello spazio (1838) de Francesco Viganò, aunque el relato esté dominado todavía por aspectos maravillosos embebidos de sentimientos religiosos.

Es solo hacia la mitad del siglo XIX que empezamos a encontrar con cierta consistencia, narraciones ya proyectadas en el futuro, que combinan o alternan el sublime asombro por los rápidos avances científicos y tecnológicos con el anhelo utópico de la unificación nacional. Un ejemplo es la Storia d’Italia dal 1850 al 1900 publicada en 1842 por el periodista y revolucionario Giuseppe Napoleone Ricciardi, o la más célebre Storia filosofica dei secoli futuri, fino all’anno dell’E.V. 2222 (1860) publicada en el periódico humorístico L’uomo di pietra por el escritor patriota y militar Ippolito Nievo. Entre las conjeturas de la Storia filosófica, Nievo imagina la creación de hombres (y mujeres) artificiales llamados “homúnculos” u “hombres de segunda mano”. A diferencia de Leopardi, sin embargo, los autómatas de Nievo son proyecciones de individuos despojados de su humanidad y explotados por su fuerza de trabajo, precursores de los roboti de Karel Capec. En otras historias futuras, que atraviesan el siglo y llegan hasta los albores de la primera guerra mundial, se alternan utopías socialistas y progresismo positivista. Algunos ejemplos incluyen: Abracadabra. Storia dell’avvenire (1863-64/1884) de Antonio Ghislanzoni, editor de la ya mencionada revista L’uomo di pietra; Nel 2073! Storia dell’avvenire (1873) de Agostino dalla Sala Spada; La colonia felice (1874) de Carlo Dossi; Un sogno (1881) de Andrea Costa; L’anno 3000 (1897) de Paolo Mantegazza; Escursione nel 3004 (1903) de Alvise Guerra (seudónimo de Luigi Barucchi); La fine del secolo XX (1906) Giustino Ferri; Dopo il trionfo del socialismo (1907) de Ulisse Grifoni; Le ville sans chef (1910) de Ricciotto Canudo.

A la expansión ficticia de tiempo, se añade la expansión de las fronteras espaciales. Se multiplican los viajes interplanetarios, ya no solo como fantasías u alegorías satíricas, sino como posibilidades alcanzables en un futuro más o menos próximo. Relazione del primo viaggio alla Luna fatto da una donna l’anno di grazia 2057 (1857) es un cuento largo escrito por el entonces director del observatorio astronómico de Capodimonte (Nápoles) Ernesto Capocci (1798-1864), precede de ocho años De la Terre à la Lune de Jules Verne y es quizás el primer ejemplo de cf italiana con una protagonista mujer. Sin embargo, la mayoría de los “viajes”, sobre todo los publicados hacia finales del siglo, siguen el modelo verniano, como se deduce también de sus títulos: Dalla Terra alle stelle (1887) de Ulisse Grifoni; un homónimo Dalla Terra alle stelle (1890) del prolífico Yambo (seudónimo de Enrico Novelli); o Dalla Terra a Marte de F. Bianchi, publicado en varias ediciones desde el 1892, quizás gracias a la popularidad del tema marciano cebada por el astrónomo Giovanni Virginio Schiapparelli. Como sostienen Brioni y Comberiati (2019), muchos de estos relatos secundan sentimientos nacionalistas así como las “nuevas” empresas coloniales.

Hacia el cambio de siglo aumenta la producción de revistas y folletines que alimentan, como en el resto de Europa, el creciente gusto por lo extraño, lo insólito y lo sensacional. Para saciar esta demanda se precisan escritores profesionales capaces de producir el mayor número de obras en el menor tiempo posible. Entre los más prolíficos y exitosos autores de esta época destaca Emilio Salgari (1862-1911) que firma centenares de títulos y sagas sobre corsarios, piratas y aventuras alrededor del globo y más allá. Salgari se acerca a la cf siguiendo la línea francesa de Flammarion, Robida y sobre todo Verne, en novelas como: Duemila leghe sotto l’America (1888); I naviganti della Meloria (1903), I figli dell’aria (1904) y la secuela Il re dell’aria (1907) y la historia futura Le meraviglie del 2000 (1907). Luigi Motta, colaborador y epígono de Salgari contribuyó al género con las novelas: Il raggio naufragatore (1903), L’onda turbinosa (1910), Il vascello aéreo (1914) o Il tunnel sottomarino (1914). A estos podemos añadir el ya mencionado Yambo, autor más ecléctico respecto a Salgari y Motta, ya que su producción abarca también el cine y el cómic de cf, el periodismo y la ilustración. Entre las obras que gozan de mayor éxito recordamos: La guerra del xx secolo (1899); Due anni in velocipede (1899); Gli esploratori dell’infinito (1906); L’atomo (1906) y La colonia lunare: storia di un’ipotesi (1908).

Motivos y repertorios de la cf son elaborados también por algunos exponentes de la cultura oficial, que recogen en sus obras anhelos y temores de la sociedad de las máquinas. Algunos, como Luigi Capuana, expresan su desconfianza hacia el progreso y advierten sobre los peligros de una ciencia descontrolada en relatos como Nell’isola degli automi (1908) o en la colección La voluttà di creare (1911). Otros ensalzan las maravillas de las máquinas y las imaginan fusionarse con el “hombre” para convertido en un Übermensch que ha sobrepasado los límites humanos. El Watman de Mario Morasso en su obra La nuova arma (La macchina) (1905) anticipa temas transhumanistas y futuristas, algunos de los cuales encontraremos pocos años después en el Mafarka le futuriste (1909) de F. T. Marinetti. Sin embargo, el trauma de la primera guerra mundial convierte el hombre artificial en un mero autómata, una marioneta que pone en tela de juicio la naturaleza misma de la humanidad. Massimo Bontempelli, por ejemplo, retoma los maniquíes metafísicos de su amigo Giorgio De Chirico y les dona vida en varias de sus obras como Eva ultima (1923), donde el autor recoge e invierte el planteamiento temático de L’Ève Future (1886) de Auguste Villiers de L’Isle-Adam, o en la obra teatral Minnie la Candida (1927). En ambas obras, la reflexión sobre la naturaleza de realidad y ficción se extiende también a la ontología del ser humano.

Esta crítica no deja de lado la condición de la mujer, en línea con una corriente feminista ya muy activa en Italia desde el inicio del siglo XX. Ejemplar, en este sentido, es la novela breve La donna con tre anime (1818) de Rosa Rosà (seudónimo de Edith von Haynau) en la que, gracias a un experimento científico que se escapa del control (masculino), una mujer dedicada a la casa y el marido pasa a través de tres fases de transformación a ser una flaneuse emancipada.

El periodo de entreguerras se caracteriza por la ambigüedad en la producción editorial ya que el régimen fascista por un lado promueve su visión chovinista y por el otro acoge la traducción de obras extranjeras, en particular inglesas y estadounidenses. Estalla la producción de literatura de consumo a través de revistas y colecciones económicas de novelas, como, por ejemplo, Il romanzo d’avventure de Sonzogno Editore, que produjo 151 títulos entre 1924 y 1936. Esta colección alterna autores extranjeros de renombre como H.G. Wells, E.A. Poe, J. Verne, R. L. Stevenson, R. Kipling, J. London con los italianos Guglielmo Stocco, que era también el director de la colección, Emilio Salgari, Ugo Mioni, Gastone Simoni, Armando Silvestri y Ciro Khan (o Kahn, seudónimo de Antonio Prestigiacomo). La colección combina géneros aún no diferenciados que incluyen títulos de novelas utópico-distópicas y de cf: La colonia infernale (1926) e Il riformatore del mondo (1927), ambas de Stocco; La casa nel cielo (1928) y La città del sole (1929) de Simoni y dos novelas de Ciro Khan, Gli astronauti del polline (1931) y L’uomo di fil di ferro (1932), una de las primeras historias italianas que tiene como protagonista un robot malvado, donde domina un estilo enfático y una clara retórica fascista.

Destaca también Il cerchio verde (1935-1937) de Mondadori, una colección de novelas de misterios que incluía algunas historias de cf y que pudo contar con la dirección de Cesare Zavattini y Giorgio Monicelli. El primero, más conocido paradójicamente por ser el teórico del neorrealismo, dedicó la primera parte de su carrera como colaborador editorial. A él se debe la idea de Saturno contro la Terra (1936) uno de los primeros cómics de cf italiana, escrito por Federico Pedrocchi y dibujado por Giovanni Scolari. A Zavattini se debe también el “descubrimiento” de Giorgio Scerbanenco, quien publicó para la revista L’Audace la novela Il paese senza cielo (1939) una historia futura ambientada en la Milán de 2002. Por otra parte, Monicelli es el creador de la colección Urania (desde 1952) de Mondadori, la más longeva publicación de cf en Italia.

La cantidad de narrativa popular que podemos asociar a la cf durante el periodo de entre guerras es asombrosa, y en gran parte todo un submundo aún por explorar. Por otra parte, el último futurismo, ya plenamente conformado a la retórica fascista, sigue explorando (y explotando) el género en obras como La fine del mondo (1921) de Volt (seudónimo de Vincenzo Fani Ciotti) y Lo zar non è morto (1929) del colectivo I Dieci. No obstante, la misma cf es empleada como dispositivo para expresar una crítica antidictatorial, como en el caso de L’uomo è forte (1938) de Corrado Alvaro, o Il cavallo venduto de Scerbanenco, escrito en 1943, aunque vio la luz solo veinte años después (Brioni y Comberiati, 2019 y 2020).

Con todo, la irrupción de la segunda guerra mundial supone una especie de cesura con la tradición anterior, marcando un punto de inflexión en la recepción y producción del género. De hecho, muchos especialistas siguen considerando el 1952 la fecha de nacimiento oficial de la cf italiana, coincidiendo con la publicación de la primera revista especializada, Scienza Fantastica y la ya mencionada Urania de Mondadori, donde Giorgio Monicelli acuñará el término fantascienza que actualmente sigue identificando el género en Italia. Para una nueva generación de lectores/escritores, nacidos durante el periodo de entre guerras, esta fecha determina efectivamente el momento en que la cf es percibida como género distinto y separado respecto al resto de narraciones de aventuras, pero también como algo que procede de “fuera”, en particular de Estados Unidos, cuya presencia en Italia después de la “liberación” cruza trasversalmente muchos aspectos de la cultura italiana.

Esta percepción es tan radical que la gran parte de las publicaciones contienen materiales “americanos” y muchos de los autores italianos que lograrán publicar en ellas tendrán que ocultarse bajo seudónimos extranjerizantes. Por ejemplo, Maria Teresa Maglione (Elizabeth Stern, Mary Sweater, Lionel Stern o Ester Scott); Luigi Rapuzzi (L.R. Johannis, Woody Gray y N. H. Laurentix); Ugo Malaguti (Ricky Geki o Hugh Maylon); Ernesto Gastaldi (Julian Berry); Gianfranco Briatore (John Bree o F. R. Tarrobie); Bianca Nulli (Norah Bolton o Beryl Norton); y Roberta Rambelli (Robert Rainbell, John Rainbell, Hunk Hanover, Rocky Docson, Joe C. Karpati).

A parte de Urania, entre las publicaciones más relevantes y duraderas cabe señalar I romanzi del Cosmo (1957-1967), también creada por Monicelli para la pequeña editorial milanesa Ponzoni; Galaxy (1958-1964) versión italiana de la homónima estadounidense a la que se acompañará la más exitosa colección de bolsilibros Galassia (1961-1979); y Oltre il cielo: missili e razzi (1957-1975) revista fundada por Armando Silvestri y Cesare Falessi, que combinaba artículos sobre ciencia y tecnología con narrativa breve y fue un importante semilleros de autores italianos como Lino Aldani, Ugo Malaguti, Ivo Prandin, Sandro Sandrelli y Giovanna Cecchini (Iannuzzi, 2014).

A inicios de los sesenta la edad de los seudónimos llega a su ocaso. En 1961, la colección Galassia publica la primera antología exclusivamente en italiano donde los autores aparecen con sus nombres verdaderos. La antología es editada por Roberta Rambelli, que ha dejado de lado su prolífica actividad de escritora para dedicarse al trabajo editorial. Rambelli asume un papel determinante en la promoción y difusión de la cf en Italia, apostando por el filón “sociológico” del género y adoptando métodos editoriales que sentarán las bases del trabajo de futuros editores (Lippi, 2006; Ciannella, 2018). Mientras tanto, otros autores/editores buscan diferentes fórmulas para valorizar la cf italiana. Lino Aldani y Massimo Lo Jacono fundan Futuro (1963-1964) una revista sofisticada que dona espacio a autores italianos y donde hacen su debut Anna Rinonapoli, Gilda Musa y su marido Inisero Cremaschi, quienes tendrán más relevancia y visibilidad sobre todo a partir de los años setenta; mientras el veneciano Sandro Sandrelli edita la antología periódica Interplanet (1962-1964) involucrando autores como Giuseppe Pederiali, Piero Prosperi, Renato Pestriniero, Giorgio Gasparini, Ivo Prandin y otros. La cf italiana de la primera mitad de los sesenta parece buscar una vía más adulta y comprometida respecto a la década anterior y al mismo tiempo emanciparse de los modelos estadounidenses. Incluso las editoriales generalistas prestan una tímida atención a la cf, mientras autores mainstream emplean sus temas, motivos y repertorios como herramienta para entender y representar una realidad ya embebida de postmodernidad. Cabe mencionar Il grande ritratto (1960) de Dino Buzzati; Il robot e il minotauro de Roberto Vacca; la Milán post-apocalíptica de Il cavallo venduto (1963) de Giorgio Scerbanenco; el Diario Minimo (1963) de Umberto Eco, donde lucen algunos ejemplos de ensayos ciencia-ficcionales; Le cosmicomiche (1965) de Italo Calvino en que el autor propone su original síntesis de las dos culturas. También en 1965 se publican La macchina mondiale de Paolo Volponi y la Fantarca de Giuseppe Berto quienes con estilos y tonos muy distintos presentan el punto de vista enajenado del “italiano” frente al progreso y la guerra fría. Al año siguiente, Primo Levi publica Storie naturali (1966) antología de relatos donde el autor no solo intenta conjugar su profesión de químico con la de escritor, una condición que define de “anfibia”, sino también dar sentido a la realidad de su época.

En los años setenta, a la enajenación se añade una vena distópica alimentada por los conflictos sociales y las crisis económico-ecológicas. Así, en novelas como Il ministero della felicità (1972) de Roberta Rambelli o, Quando le radici (1977) de Lino Aldani, típicos anti-héroes distópicos se enfrentan a un “sistema” que muestra su cara opresora detrás del progreso “feliz”. Otras obras dibujan escenarios apocalípticos centrados en los problemas ecológicos como en La morte di Megalopoli (1974) de Roberto Vacca, novelización del ensayo Il medioevo prossimo venturo (1971) que el autor había basado en el trabajo del Club de Roma. También en estos años se publican las novelas póstumas de Guido Morselli (1912-1973), las ucronías Roma senza papa (1974), Contro passato prossimo (1975) y su versión del último hombre en la Tierra, Dissipatio H.G. (1977), escrita poco antes de suicidarse.

Entre 1970 y 1971 nacen las primeras dos editoriales especializadas, cuyas publicaciones llegan finalmente a las librerías: la editorial milanesa Nord, bajo la atenta dirección de Riccardo Valla, y la editorial romana Fanucci, que cuenta con el trabajo de Gianfranco de Turris y Sebastiano Fusco. Los jóvenes Vittorio Curtoni y Gianni Montanari sustituyen Ugo Malaguti (que a su vez había sucedido a Roberta Rambelli) en la dirección de Galassia, introduciendo autores de la new wave, incrementando la presencia de autores italianos y proponiendo sus propias obras. Los setenta son también los años en que empiezan a organizarse estudios académicos de cf, gracias a la labor de Carlo Pagetti y otros estudiosos. En 1978 se celebra en Palermo la primera conferencia internacional sobre cf y crítica, organizado por el académico de estética Luigi Russo y que cuenta con muchos expertos como Darko Suvin, Jean Baudrillard, Gillo Dorfles y Fredrik Jameson.

Durante estos años la influencia de los movimientos feministas produce un incremento de la presencia femenina en la cf. La veterana Gilda Musa publica su antología Esperimento donna (1979) y el mismo año debuta Daniela Piegai con la novela Parola d’alieno. En 1981, Piegai gana el Premio Italia de cf con Ballata per Lima (1980) y se convertirá en una referencia para una nueva generación de autoras como Nicoletta Vallorani, escritora, académica y cofundadora de la fanzine Un’ala, órgano de reflexión y expresión de la literatura fantástica escrita por mujeres.

En 1985, Gianni Montanari toma las riendas de Urania cambiando la línea editorial de la popular colección de Mondadori: menos aventuras, más experimentación y abriéndose a los autores italianos. Cuatro años después introduce el Premio Urania, un concurso que concede la oportunidad de publicación a la novela inédita ganadora y que se convertirá en un punto de partida fundamental para muchos autores. El primer ganador es Vittorio Catani, autor de numerosos relatos desde los años sesenta, con Gli universi di Moras; Nicoletta Vallorani ganará en 1992 con Il cuore finto di D.R., novela cyberpunk que rompe cánones estéticos y tópicos del género y supondrá el lanzamiento de su carrera. Los mismo vale para Valerio Evangelisti cuyo Nicolas Eymerich, inquisitore, ganador en 1993, iniciará uno de los ciclos más extensos y exitosos de la cf italiana. Sin embargo, a parte de Urania, durante los noventa el género sigue relegado en fanzines y pequeñas iniciativas editoriales, aunque internet empieza a ofrecer nuevos espacios de agregación. Mientras veteranos como Ugo Malaguti dan continuidad a sus publicaciones independientes, como la longeva revista Nova SF* (1967- ) y la colección Futuro Europa (1988-2008) creada junto con Lino Aldani en 1995, Franco Forte y Silvio Sosio fundan Delos, un BBS (Bulletin Board System) que poco después se convertirá en webzine. A lo largo de los años 2000 Delos desembocará en la web Fantascienza.com y en la editorial Delos Books, puntos de agregación fundamentales para la comunidad ciencia-ficcional italiana. En estos años llega también en Italia el ciberpunk, suscitando un importante interés crítico y editorial encabezado por ensayistas como Antonio Caronia, Daniele Brolli y Domenico Gallo, entre otros, y por las propuestas de la editorial milanesa underground Shake, en particular las revistas Decoder y FikaFutura (inspirada en el ciberfeminismo del colectivo VNS Matrix y en los trabajos de Donna Haraway y Teresa de Lauretis). Mientras la narrativa ciberpunk puede contar con Vallorani y con Alessandro Vietti, que debuta con la novela Cyberworld (1996), a lo largo de los noventa y del nuevo milenio emerge una nueva generación de autores que exploran todas las posibilidades del género, desde la ucronía (Tullio Avoledo, Luca Masali), a los viajes en el tiempo (Lanfranco Fabriani), desde los registros humorísticos (Massimo Mongai) al noir (Dario Tonani), desde la reflexión política (Francesco Grasso) al transhumanismo (Giovanni De Matteo).

Al inicio del nuevo milenio, un grupo heterogéneo de autores activos en internet, entre los cuales destacan Giovanni De Matteo, Sandro Battisti y Lukha B. Kremo, fundan el movimiento Conectivista, que a través de un manifiesto al estilo futurista propone un acercamiento más holístico a la cf, inspirado por el Nexialism de Alfred Van Vogt. El Conectivismo dura pocos años, sin embargo, constituye una base importante para el desarrollo de las obras del grupo, así como a la realización de iniciativas editoriales que siguen en la tradición ciencia-ficcional de los autores/editores. Battista y Kremo fundan la editorial Kipple y alternan su labor autorial con el descubrimiento de nuevos talentos. Otro caso importante es el de Francesco Verso, durante un tiempo afincado al Conectivismo y autor de varias novelas, entre las cuales Livido (2013, traducido al inglés con el título Nexhuman en 2018) y la primera “doble” novela “solarpunk” italiana I camminatori (2018/2019). Verso también funda Future Fiction, primero como colección y después como editorial independiente, un proyecto ambicioso y multimedial pensado para deterritorializar la cf publicando obras procedentes de los cinco continentes.

A partir de la segunda década del siglo XXI, la cf italiana parece entrar en una nueva edad del oro. Parte del mérito se debe a una nueva ola de obras escritas por mujeres. La veterana Nicoletta Vallorani sigue explorando los territorios del género con una poética cada vez más íntima y atrevida, como en las recientes Avrai i miei occhi (2020) y Noi siamo campo di battaglia (2022), mientras entre la nueva generación cabe destacar Clelia Farris, creadora de narraciones en que posthumanismo, medicina y tecnologías futuras se entrelazan con culturas antiguas, naturaleza y empatía en una especie de “holística postumana”. Su indiscutible talento le ha otorgado varios premios para sus novelas Rupes recta (2005), Nessun uomo è mio fratello (2009) y La pesatura dell’anima (2011) o la colección de relatos Chirurgia creativa (2015) traducida al inglés en 2020. Francesca Cavallero, segunda mujer en ganar el Premio Urania, 26 años después de Vallorani, con la novela Le ombre di Morjegrad (2019), produce narraciones más “clásicas”, entre el biopunk y el romance planetario. Sin embargo, es capaz de equilibrar perfectamente aventuras trepidantes con un estilo fastuoso, como en su última obra Il sangue delle madri (2022). Por otra parte, Elena di Fazio posee gran habilidad en crear tramas cautivadoras por medio de una prosa clara y lineal, como demuestra Resurrezione, ganadora del Premio Urania y donde interpreta el clásico topos del encuentro con el Alienígena/Otro.

Una de las últimas y quizás más prometedoras tendencias de la cf italiana es la exploración del solarpunk como propuesta estético-narrativa y compromiso político-social. Francesco Verso contribuye con la mencionada novela y la edición de dos antologías internacionales; Clelia Farris se adentra en el subgénero con la novela I vegumani (2022), mientras que la web solarpunk.it concentra autores, iniciativas y proyectos editoriales como la colección Atlantis de Delos Books. La web ha sido creada por Giulia Abbate, Romina Braggion, Silvia Treves (las tres forman parte del grupo de talentosas escritoras actuales) junto con Franco Ricciardiello. Entre los colaboradores cabe destacar el Commando Jugenstil, un colectivo de activistas italianos e internacionales que alternan e integran proyectos narrativos, artísticos, tecnológicos incorporándolos a iniciativas de solidaridad social y comunitarias.

La cf italiana parece así moverse hacia un futuro que busca cada vez más la interrelación entre disciplinas y tendencias, expandiéndose más allá de las ya borrosas fronteras geográficas y mediales.


REFERÊNCIAS

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BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTAR

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